Lo que falta
El aire que se filtra por las grietas de la montaña pasa velozmente generando un chillido tenue.
¿Lo escuchas?
He intento inhalar la ráfaga de viento que produce el silbido. Ya lo había pensado antes, sobre la facultad de la respiración para cambiar la percepción del espacio-tiempo. Aunque esa vez me sitiaban las estaciones. Ahora es diferente. Se siente diferente. Ascender la montaña y someterse a la altura. Un ejercicio de redimensión. Y el cuerpo, que se mueve. Un mecanismo de medida.
Poco.
Falta poco.
Y aunque falta poco parece no acabar. Se ensancha. Ambos, el paisaje y mis pulmones. La piedra lisa que alguna vez sostuvo la nieve parece reproducirse hacia toda dirección. Justo como me imagino lo hacen mis pulmones cada que los lleno con tanto esfuerzo.
Poco.
Falta poco.
Eso nos decimos con cada uno de los gestos con los que limitamos nuestra comunicación. A esa altura suele uno evitar los esfuerzos de más. Y utilizar la palabra demanda bastante esfuerzo. Por eso el gesto con la mano, intentando darle dimensión a lo pequeño a través del vacío que crean la aproximación de mis dedos. Medir. Lo que falta. Con lo dedos, con los pies. Con el cuerpo. Que se mueve. ¿Qué falta? Es ambiguo, ¿no?. Lo que falta, lo que está por llegar. Lo que falta, lo que no volverá jamás. Todo lo que se condense entre esas dos posibilidades cabe entre el pequeño espacio de mis dedos queriendo darle cantidad de tiempo al espacio. O duración de espacio al tiempo. Lo mismo, aunque diferente. Se siente diferente. A esta altura todo es tan ambiguo. ¿Qué hubiera estado midiendo Krauss entre sus dedos, el pan de azúcar, el cielo? Seguramente no era la cantidad de nieve. No. Setenta años y el espacio entre los dedos, aparentemente equidistantes, ha presenciado un deshielo que ahora se pronuncia como sentencia. Y claro, como en las alturas la palabra demanda tanto esfuerzo, la montaña prefiere silbar.
¿Lo escuchas?
Poco.
Falta poco.
Cianotipo - 59 x 42 cm / 2024
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